Siria, actualmente envuelta en un interminable conflicto, guarda para nosotras hermosos recuerdos y un vínculo muy especial.

Nuestros padres pertenecían a la minoría católica de Siria y salieron de Siria hacia Venezuela en búsqueda de un futuro mejor.

En la entonces próspera Venezuela, lograron salir adelante y formar y criar una familia y aunque se adaptaron rápidamente a la idiosincrasia del venezolano, nunca renunciaron a sus raíces sirias.

A nosotros sus hijos nos inculcaron el deseo de conocer esas raíces, por eso en 2006 viajamos a Siria, a encontrarnos con esas raíces y con parientes que no conocíamos.

La idea era ver donde vivían nuestros padres, qué hacían antes de emigrar a Venezuela. Pero un punto focal de nuestro viaje era conocer a nuestra abuelita Hanne por parte de mamá. Ella esperaba ansiosa por nuestra llegada.

Empezamos nuestra odisea contactando a un primo que entonces vivía en Venezuela y que nos puso en contacto con la familia siria. Él era nuestro intérprete y se encargó de coordinar a dónde íbamos a llegar, dónde nos recogerían, todo en árabe. Nos informó que nuestro primo James nos esperaría en el aeropuerto de Damasco con un cartelito con nuestros nombres.

Antes de viajar fue un todo rollo. En aquel tiempo Viasa, la antigua aerolínea venezolana, tenía vuelos directos a Damasco. Sin embargo, supimos que lo habían cancelado.

La alternativa fue un vuelo de Alitalia que hacía escala en Milano. Era una larga escala como de 12 horas. Podíamos ir a un hotel cercano al aeropuerto a descansar, lo que estaba incluido en el precio.

Pero nosotras quisimos conocer Milano. Así que luego de 9 horas de vuelo, en vez de descansar, pasamos todo ese día caminando por Milano. Luego volamos al aeropuerto para dirigirnos a Siria.

Con lo que no contamos es que, una vez en Siria, por tantas emociones no llegaríamos a dormir mucho.

En el aeropuerto estaba nuestro primo James, que no hablaba sino árabe, con su cartelito. Nos comunicamos por señas. Todo eran nervios y emoción. Llegamos al aeropuerto en la noche y nos llevaron a Khraibat, cerca de Tartous, lugar de origen de nuestros padres, a dos o tres horas de Damasco. Nos paramos en un camino para comer. Como dijimos, todo era por señas, como sordomudos.

Finalmente, llegamos a Khraibat. Allí nos recibió nuestra prima Pauline, hermana de James, que nos sirvió como guía y traductora oficial. Nos comunicábamos con el inglés y ella se encargaba de traducirles a nuestros parientes sirios al árabe. Aunque nosotras entendíamos bastante el árabe, sobre todo al escucharlo, nuestro problema era al hablarlo.

Khraibat es un pequeño pueblo muy especial. Son casas a las que se acceden desde escaleras. Como bienvenida, la gente nos arrojaba pétalos de rosas. Había mucha expectativa por nuestro arribo. Estábamos muy emocionadas.

Nos dejaron descansar sólo 4 horas. Y nosotras con aquel sueño, pero sin opción.

Nuestra madre cuando vivía en Khraibat, era profesora de francés, así que nos llevaron a conocer la escuela donde daba clases. Al visitar esa escuelita nos embargó un sentimiento de nostalgia muy grande.

Todo el mundo quería hablar con nosotras, presentarnos al pueblo. Éramos una suerte de celebridades. Todo el pueblo sabía que unas gemelas, hijas de Alexis y Badawie estaban de visita. Nuestros parientes estaban ansiosos por mostrarnos todo lo relacionado con ellos en la aldea.

Fue un viaje lleno de sentimientos encontrados y experiencias. Uno de nuestros objetivos primarios era visitar a nuestra abuelita Hanne, abuela por parte de mamá. Nos contaron que ella estaba muy ansiosa y, una vez que supo que íbamos a visita Khraibat, preguntaba cada día cuándo llegaríamos.

Pero una semana antes de llegar a Siria nuestra abuelita falleció. Lloramos mucho, hasta quisimos suspender el viaje. Pero nuestro hermano nos convenció de ir al viaje, cosa que le agradecemos profundamente.

Nuestros parientes nos llevaron a la casa de la abuelita. Ahí vimos que ella conservaba una foto de nosotras cuando nos graduamos. La foto le fue enviada por correo desde Venezuela. Lloramos de la emoción y la tristeza.

Pero esos sentimientos se mezclaban con otros de profunda alegría. En la aldea, cada día, una familia diferente nos invitaba a comer a su casa. La comida era deliciosa y ganamos algunos kilos.

Nuestra familia también se ocupó de nuestros paseos. No hicimos ninguna investigación, ni nos preocupamos por transporte ni comida. La familia se encargó de todo. La comida casera siria es absolutamente deliciosa. La gente de aldea tiene sus siembras y huertos y extraen sus ingredientes de allí. Nos asombraron especialmente las granadas, que eran enormes y ricas.

Visitamos Aleppo, una ciudad increíble y hermosa, llena de historia. Estuvimos un día entero, visitando sus castillos medievales. Tristemente, hoy día Aleppo ha sufrido mucha devastación por la guerra civil que estalló desde 2011. La Gran Mezquita de Aleppo fue parcialmente destruida en 2013.

Visitamos Damasco, la histórica capital de Siria. Allí, conocimos unos parientes quienes nos llevaron a visitar la impresionante mezquita de Damasco y el pintoresco bazar adyacente.

Otro destino fue el cercano puerto de Tartous, a orillas del Mediterráneo. Las cálidas aguas de sus playas y el paseo en barco están entre nuestros recuerdos más agradables. Recordamos las tiendas de lujo y la vida social muy agitada, por ser un puerto cosmopolita.

Aunque visitamos Siria cinco años antes del estallido de la guerra civil, ya podíamos ver la semilla de lo que después conduciría a ese horrible conflicto. Nos dimos cuenta de que la gente no hablaba de política. Se sentían amenazados pues había espías del gobierno vestidos de civiles que si te escuchaban hablar mal del gobierno podían arrestarte sin explicaciones.

Al final de nuestro viaje por Siria nos llevamos un montón de memorias hermosas, alegres y tristes del país de origen de nuestros padres. Podrán imaginarse cómo se rompieron nuestros corazones con el estallido de la guerra civil que aún sigue desangrando tan hermoso país.

Sólo esperamos que la paz vuelva a reinar, que la gente de Siria vuelva a soñar con un futuro mejor y poder reencontrarnos con nuestros familiares y nuestras raíces sirias.