Hola, somos Yuliana y Yanelia. Y somos viajólicas.

Lo primero, es reconocer que se tiene la condición. El viajero empedernido o viajólico debe tener el valor para aceptar que lo es, para luego tomar la cura correspondiente: viajar.

Pero ¿cómo sabes que eres un verdadero viajero, que amas viajar y no solamente alguien que ha cedido a los estilos de vida nómadas que venden algunos sitos como el non plus ultra del joie de vivre?

En este artículo vamos a enumerar algunos síntomas.

 

No puedes terminar uno para pensar en el siguiente

 

A nosotras nos pasa ¿para qué ocultarlo? No hemos terminado un viaje cuando ya estamos pensando en el siguiente.

A veces, nuestro actual viaje inspira al siguiente. A veces, decimos “Nos faltó ver esto o aquello. Tendremos que volver”.

Sabemos que es como ser golosas, pero ya saben, somos viajólicas.

 

Coleccionar momentos

 

La gran emoción de viajar, para nosotras, se trata de la expectativa de colectar experiencias. Nos emociona mucho el hecho de esperar un viaje sabiendo que vamos a experimentar sensaciones, sabores, aprendizajes, calor humano diferente de lo cotidiano y eso nos hace felices desde antes de tomar vuelo.

En el viaje en sí, casi siempre se cumplen nuestras expectativas y en no pocas oportunidades, hasta son excedidas.

Muchas veces conocemos de algún lugar que no teníamos planificado mientras estamos de viaje, bien sea porque alguien que lo ha visitado nos comenta o por otros medios y el hecho de tener esa libertad de confeccionarnos nuestros itinerarios nos permite cambiar una visita o una fecha por otra.

Todo por el hecho de que somos consumidores de momentos, de experiencias de viaje. Los cuales puedes consumir una y otra vez sin que se agote.

 

Asombro por lo cotidiano

 

Estamos rodeados de maravillas, pero nos olvidamos de ello. A veces las pasamos por alto.

Pero cuando viajes, tomas esa actitud de “todo nuevo” y te sientes asombrado por cosas que son tan cotidianas: si eres del trópico, la primera vez que ves la nieve. O los cambios de colores otoñales del follaje de los árboles. Si vienes de países muy al norte, una bella playa soleada y el hecho de disfrutar de excelente clima casi todo el año.

Ahora que conoces esa actitud de asombro de lo cotidiano gracias a los viajes, puedes regresar a tu casa con ella, y descubrir las maravillas que te rodean y que siempre te pasaron inadvertidas. Parafraseando a Proust: No quiero nuevos mundos para ver, sino nuevos ojos para ver el Mundo.

Repites el viaje muchas veces

 

Un mismo viaje lo hacemos varias veces.

Viajamos cuando estamos preparando el viaje, al recolectar información y con el poder de la anticipación empezamos a imaginarnos vívidamente que ya estamos en nuestros destinos conociendo nuevas personas, sabores y lugares.

Luego salimos al viaje “real”, y a veces las cosas son como las imaginábamos, a veces no tanto, pero generalmente mejores.

Finalmente, repetimos indefinidamente el viaje, a través de las fotos recuerdos, el feedback entre nosotras y charlando con amigos que quieren escuchar de nuestras aventuras.

 

No temes arriesgarte

 

 

Somos dos chicas solas, a veces sólo una de nosotras viaja. Puedes imaginarte las veces que nos han dicho “¿Es peligroso viajar solas?”, “Ese es un país peligroso”, “Los hombres no respetan a las mujeres” y un largo etcétera.

Obviamente, una investiga, incluso con quienes hayan ido ya. Y en el sitio usamos el sentido común para salvaguardarnos.

Pero no recordamos una vez en la que dejamos de visitar un lugar porque nos dio miedo. No dejamos que el miedo dicte nuestras decisiones de viaje, sólo el sentido común.

 

Quieres probar lo local

 

No entendemos esas personas que viajan a Praga o Tailandia y se van a comer a McDonald´s porque suelen hacerlo en sus países de origen. No, no es broma, mucha gente lo hace, sobre todo turistas americanos.

El viajólico quiere probar sabores y sensaciones nuevos a través de la gastronomía local. Nosotras casi nunca dejamos de probar un plato local cuando tenemos la oportunidad.

El miedo a las enfermedades por alimentos con poca cocción es desconocido para nosotras.

 

Tus pensamientos financieros están en función de los viajes

 

No sólo se trata de que ahorres para viajar o que dejes de salir o comprarte algo para financiar tu próxima aventura.

Es que llegas a extremos “raros”. Todos hemos soñado con ganar un gran premio de lotería.

La gente suele pensar: “Si gano la lotería me compro una casa” o “Monto mi negocio” o “Insulto a mi jefe y renuncio”. Nosotras pensamos cosas como “Pasarnos dos o tres años viajando alrededor del mundo”. Aunque no sería mala idea de hacer una buena inversion y luego viajar por el mundo.

Y cuando un amigo nos dice “Este celular me ha costado 500 dólares”, le decimos “Con eso hubieras podido pagar un pasaje a China o a Tailandia”

 

Influencers Viajeros

 

Si revisan las cuentas sociales que seguimos, verán que la abrumadora mayoría pertenece a viajeros: nómadas, fotógrafos de viajes y cuanto rarito-no-sedentario pueda haber.

Hay algunos artistas que nos gustan, algunas personas interesantes, nuestra familia, amigos… pero sin lugar a dudas la cantidad y carácter de las cuentas que sigas dirá mucho de ti. Y las nuestras dicen definitivamente: “¡Viajes!”.

 

Amigos viajeros

 

Hay gente para todo. Hay personas que disfrutan viajar siempre solas.

Pero el viajólico suele hacer una comunidad de amigos con inclinación (o padecimiento) viajero como él mismo.

La amistad es desencadenada y mantenida por intereses comunes. Así que no es raro que la mayor parte de nuestros amigos sean viajeros empedernidos como nosotras. O por lo menos, que quieren serlo.

Conocemos gentes que siempre habían querido viajar, pero no lo hacían por temor a hacerlo solos.

Hasta que conocieron un “travel buddy” o compañero de viajes. Y después no hubo vuelta atrás.

En nuestro caso, obviamente, somos hermanas que compartimos el mismo anhelo y sueño, así que somos la compañera de aventuras de la otra.

 

Decoración viajera

 

Bueno, somos conscientes que esto no nos ganará ningún premio de decoración.

Aunque no solemos comprar adornos en nuestros viajes, lo hacemos de vez en cuando.

Lo cierto es que en nuestro refrigerador y en casi cualquier superficie plana en nuestra casa podrás ver que de pronto se asoma algún souvenier tal como llaveros, pines magnéticos, domos de nieve (las bolas de cristal con agua adentro y un paisaje) y cuanto artilugio kitsch pueda haber que tenga escrito el nombre de algún destino turístico que hayamos visitado.

 

Literatura viajera

Google lo sabe. Lo sabe Youtube e Instagram: Tus búsquedas en internet suelen estar relacionadas a los viajes.

Estás suscrito a varios blogs y webs de viajeros y sigues con emoción las peripecias de 10 tipos y tipas que no conoces, pero que están haciendo o han hecho un viaje que tú quieres realizar.

A veces cae en tus manos una guía impresa de viajes y, aunque sabes que puede tener información desactualizada, igual la devoras.

Estás pendiente si en tu ciudad habrá próximamente algún congreso de blogueros de viajes o nómadas digitales.

 

Tus amigos saben que estás enfermo

 

Tus amigos suelen estar conscientes de tu enfermedad: Cuando tenemos un tiempo que no contactamos a nuestras amistade, la pregunta por saber de nosotras por lo general es la sigueinte :

“Hola, ¿En que parte del planeta estan ahora?”.

Y parecen sentirse confusos y, a veces, defraudados si contestamos “En casa”.

 

Conclusiones

Sí, estos son algunos de los síntomas de esta maravillosa enfermedad que sólo tiene una cura posible: viajar.

Porque como Oscar Wilde dijo: “Sólo hay una manera de superar los deseos: cediendo a ellos”.

Así que nosotras somos viajólicas (estamos en trámites para que incluyan el término en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española).

Nos entregamos en cuerpo y alma a esta pasión que es viajar y que lejos de aminorarse con cada viaje, nos hace cada vez desear más y más conocer destinos exóticos.