Teatro
Como buena y ascendente acuariana yo quería curiosear e ir más allá así que me metí, incentivada por el éxito de los comerciales, en un taller de actuación permanente.
Ahí aprendí no solo a nivel de actuación sino en la Persona, el personaje. Conocí a unos de los mejores profesores: Nelson Ortega.
Lo que más he disfrutado en el tiempo que estuve haciendo teatro fue las reacciones del público durante la función, el trabajo en equipo y las anécdotas del backstage con mis compañeros de actuación. Las risas, los chistes, los nervios antes de salir de escena, el asomarse por un hueco en el telón para saber quiénes están en la sala, etc.
Fue una de las mejores etapas de mi vida y que más he disfrutado hacer. He aprendido a trabajar en equipo lo cual es importante porque se nota en el trabajo final.
En cada función siempre había algo diferente que contar -y eso es lo interesante del teatro- que como no hay corte ni oportunidad de hacerlo otra vez (quiero decir, que si te equivocas con un texto te equivocaste y así quedó). Así que era eso lo que salió y listo. Había a veces que improvisar y eso lo hacía súper interesante.
La ganancia no era mucha, pero la satisfacción de ver al público disfrutar era inmensa y gratificante.
Hacer teatro en Venezuela no es fácil, sin embargo estoy muy agradecida por la oportunidad de presentar en diferentes salas de teatro. Y lo mejor de todo, de ser parte de un grupo teatral del cual el profesor nos dijo que se sentía muy orgulloso de nosotros. Eso me lleno de más alegría aún, y se nos dieron muchas oportunidades de presentar.
Formar la empresa “Grupo Teatral Veedu”, también fue un trabajo nada fácil. Sin embargo, con los trabajos en equipo se aligeraba bastante la carga y como los integrantes del equipo estábamos muy entusiasmados con el proyecto, todos disfrutamos plenamente del camino, que se hacía más ameno y divertido.
Hicimos más de 300 funciones y recorrimos los teatros como el CELARG, el Teatro Parque Central, Banco Central de Venezuela, Teatro La Vega, Teatro San Agustín. Participamos en el Festival de Teatro de Caracas, entre otros.
Fiesta en el Llano y otras
Dentro de mi experiencia en el teatro, la experiencia más inolvidable y llena de anécdotas y aplausos fue sin duda el montaje y presentación de la obra “Fiesta en el Llano”.
Con esta obra recorrimos muchas salas. Esta obra fue escrita por mi comadre y socia en su momento Norkis Cañizales. Y mi personaje en la obra se llamaba Omaira Graterol.
Una obra totalmente de comedia y que la gente se sentía identificada con la trama porque pasa en las familias venezolanas y en Latinoamérica y cuidado si no en todo el planeta tierra.
A más de uno le habrá pasado que en su familia se peleen por dinero.
Otro de los personajes que disfrute interpretar fue el de Haile, personaje con Síndrome de Tourette, de la obra de teatro “No hay cama pa´ tanta gente”, igualmente escrita por Norkis Cañizales.
Me siento de verdad muy afortunada de poder participar en obras de teatro donde en el fondo hay un mensaje importante que aporta y suma a la sociedad. Recuerdo que cuando recibí el texto del nuevo personaje, al principio no estaba muy contenta porque no tenía muchos textos pero después cuando fui construyendo el personaje me di cuenta que no hay papel pequeño sino personaje pequeño.
¡Así que le añadí al personaje un tic nervioso y ahí se hizo grande el personaje!
Luego agradecí tanto ese pequeño personaje, porque gracias a eso logré transformar algo pequeño en algo chévere y divertido para el público.
Definitivamente, uno aprende tanto de los personajes que es como vivir varias vidas diferentes en una sola y esa es otra magia del teatro.
Luego tuve la oportunidad de participar en la obra “Catalina la Rebelde” de William Shakespeare. También drama-comedia en la que interpreté a Teresa la mamá de la protagonista.
En Chile
Hace un par de años fui invitada por mi antigua compañía teatral a presentar «Fiesta en el Llano» en la capital chilena.
En ese momento ya estaba viviendo en Canadá y estaba feliz de reencontrarme con mi pasión del teatro y volver a ver mis compañeros de tablas.
Al principio, aunque emocionada, estaba un poco preocupada de cómo iba a ser la recepción de la obra por parte del público chileno, porque estaba escrito en un lenguaje muy coloquial del llano venezolano y me preocupaba que el público de Santiago podría no entender algunos chistes, juegos de palabras y demás.
O incluso, posiblemente no llegar a entender la obra.
Sin embargo, para mi sorpresa, la respuesta del público chileno fue muy positiva. Incluso, nos felicitaban y se acercaban, luego de la obra para conversar con nosotros.
Esa fue una confirmación de que el lenguaje del teatro es universal.
Anécdotas teatrales
Para “Fiesta en el Llano” tuve que aprender a bailar el joropo (baile folclórico venezolano). ¡Cómo se emocionaba la gente cuando empezábamos a bailar! La música era el lenguaje único para transmitir emociones y orgullo por nuestra linda Venezuela.
Anécdota: Me acuerdo que se me olvidaron varias de las coplas y no se me ocurrió nada. Así que hablé en otro idioma que parecía idioma de los indígenas y como no se entendía nada, todos pensaron que eran parte del libreto.
Había que hacer grandes esfuerzos físicos. En una de las escenas, los golpes que daba la comadre eran reales.
En una escena (con mi personaje Omaira Graterol en “Fiesta en el Llano”) la comunicación visual que teníamos entre todos nosotros en escena sobre todo con mi amigo y compañero actor Jean Mujica era tan intensa que podíamos salir airosos de cualquier revés.
Yo tenía una discusión fuerte con Don Isaías (el dueño de la hacienda) y resulta que detrás de mi había una vela (no me di cuenta) yo me echaba para atrás y para atrás y la gente del público decía “¡Se va quemar, se va quemar!” Yo seguía echándome para atrás hasta que a uno de mis compañeros actores, Luis que interpretaba el dueño de la Hacienda, se le ocurrió decirme: “TE VAS A QUEMAR POR ZORRA”. Algo fuera de libreto y ahí se cayó el teatro de la risa.
En otra escena, cuando se le cayó la peluca a “la negra” (una de las actrices que trabaja con nosotras) y la peluca volaba por todo el escenario, primero la agarró mi compañera Norkis. Se la puso. Luego se la lanzó a Oakland, otro compañero actor y luego me la tiro a mí. Me la puse y con ella me quedé el resto de la escena.
Así se disimuló muy bien la pérdida de la peluca de mi compañera. Y yo disfrutaba de la reacción de los otros actores que entraban en escena y me veían con la peluca que no debía llevar y no aguantaba la risa.
Otra anécdota fue que en el personaje de Haile Wacho (“No hay Cama pa’ Tanta Gente”) ella sufría de Síndrome de Turette y el tics nervioso que ella tenía, aparte de hacer sonidos con la boca, también tiraba golpes en una de las escenas que compartía con Jean Mujica. Le lanzaba golpes y bofetadas a la cara.
¿El resultado? el público muerto de la risa y el pobre Jean lleno de moretones en la cara de tantas cachetadas por todas las veces que había que repetir la escena.
Conclusiones
Rememorar toda mi etapa de teatro y talento de comerciales en Venezuela, nos ha llenado de mucha alegría, porque es una de los lapsos más entrañables de nuestra vida, además de que nos permitió reconectar con nuestras raíces y viejas amistades.
La vida está hecha de experiencias y si estas experiencias son más felices que tristes, podemos decir que una tiene una vida feliz.
Creo que es el caso de nosotras. Nos consideramos afortunadas de haber vivido las experiencias y haber tenido las amistades que tuvimos mientras hacíamos actuación en televisión y teatro.
Y sólo ahora podemos comprender que gran influencia en nuestro carácter ha tenido esa etapa vivida en Venezuela.