Todos sabemos que viajar es una experiencia maravillosa. ¿Pero sabías que viajar también aporta grandes beneficios a nivel neurológico y emocional?

Aquí exploraremos estos beneficios para nuestro sistema nervioso y cómo los viajes pueden hacernos mejores individuos, más aptos y… ¡Hasta mantenernos más jóvenes!

Acompáñanos.

 

1.- Menos estrés y más bienestar emocional

 

Las endorfinas son sustancias químicas que produce el cerebro y que inhiben el dolor a la vez que dan una sensación de felicidad y bienestar. Son liberadas al realizar actividades que nos apasionan, ejercicio, sexo, viajar…

Las endorfinas disminuyen los niveles de stress en el organismo y producen esa sensación de bienestar emocional que experimentamos luego de hacer ejercicios al aire libre, de pasar una noche apasionada con nuestro ser amado o cuando estamos con nuestra mascota.

Si, como nosotras, amas viajar, durante tus aventuras liberarás esta hormona casi constantemente. Y también después del viaje, al rememorar los recuerdos estas sustancias son secretadas. ¡Es como tener una píldora de bienestar a disposición, inagotable y sin efectos secundarios!

 

 

2.- Crea nuevas conexiones y forma nuevas neuronas

Está demostrado que el cerebro es plástico. Es decir, se renueva. Las neuronas pueden crearse incluso en la vejez y crean nuevas conexiones. Uno de los detonantes de esta renovación es demandar al cerebro tareas que no les son cotidianas o conocidas. Esto desencadena procesos de formación de nuevas neuronas y conexiones entre ellas.

Cuando viajas, te expones a ambientes y situaciones no familiares. Es en esos momentos donde debes analizar, adaptarte creativamente y superar la situación. Y eso es precisamente lo que va a generar esos cambios neuronales positivos.

Se ha demostrado que este proceso ayuda incluso a prevenir el Alzheimer. El caso de Madame Calment, la francesa que vivió 122 años totalmente lúcida y se mantenía constante aprendiendo (comenzó con la esgrima a los 80) es famosa.

 

3.- Nuevas lenguas, nuevos procesos mentales

 

Muy relacionado con lo anterior, el aprender otro idioma, sobre todo en edad adulta, estimula esa génesis de nuevas neuronas y sinapsis.

El lenguaje está íntimamente ligado a los procesos cerebrales, a la manera de pensar. Aprender otras lenguas (más aún lenguas exóticas: árabe, japonés, tailandés…) es una herramienta formidable para mantener entonado tu cerebro, revitalizando y estimulando el nacimiento de nuevas neuronas.

 

 

4.- Entrena la memoria

 

La constante demanda de atención y memorización que se produce cuando viajamos, es un potente estimulante para adiestrar y mejorar facultades mentales como la memoria.

Generalmente, nuestro cerebro memoriza todo, pero como vivimos en modo de atención bajo, los recuerdos van al subconsciente. Cuando estamos atentos, la información que recibimos pasa más tiempo en la consciencia y podemos recordarla más fácilmente.

Memorizar fechas, aerolíneas, nombres de lugares en lenguas extranjeras, frases en idiomas extraños y un sinfín de cosas es un poderoso aliciente para desarrollar esa facultad tan importante de nuestra mente –y tan pobremente atendida- como lo es la memoria.

 

5.-Reduce el riesgo de infartos

 

Viajar reduce los niveles de ansiedad, preocupación y stress y libera endorfinas y serotonina. Al viajar, queremos conocer y es más probable que estemos dispuestos a realizar caminatas o montar en bicicletas.

Por otro lado, las gastronomías locales suelen ser más sanas y nutritivas que los alimentos procesados e industrializados que solemos consumir en nuestras ciudades.

Todos esos factores combinados pueden tener una influencia a largo plazo en reducir los riesgos de infartos al corazón o apoplejías.

 

 

6.- Fortalece y aumenta la autoestima

 

Es difícil ser tímidos cuando viajamos y nos exponemos a ambientes no familiares. Así que debemos superar nuestra timidez natural (si somos tímidos) para comunicarnos, pedir direcciones u otra información. Incluso con personas que no hablan nuestro idioma.

Por otro lado, vamos a enfrentarnos con imprevistos que vamos a tener que solucionar “sobre el terreno”.

Todo esto, nos deja una sensación de orgullo por nuestras propias capacidades (que es posible que no sabíamos que las teníamos) para resolver imprevistos. Esto tiene un efecto de aumento de la autoestima y un fortalecimiento positivo de la percepción que tenemos de nosotros mismos.

 

7.- Nos quejamos mucho menos

 

Hay ciertas virtudes que, cuando las practicamos, pueden estimular la producción de “hormonas de la felicidad”. La paciencia ante lo que no podemos cambiar, la tolerancia y una comprensión mucho mayor de las realidades de otros son virtudes que influyen en un estado de ánimo positivo.

Es positivismo incide a su vez en una mayor facilidad para desencadenar procesos cerebrales que lleven a la producción de las sustancias químicas que contribuyen a nuestra felicidad.

Nos volvemos ecuánimes, fortalecemos la templanza y nos volvemos más comedidos. Tendemos a juzgar cada vez menos y eso hace desaparecer todo impulso de quejarnos… La queja es una de las actividades más inútiles del ser humano.

 

8.- Felices de experimentar, no de tener

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La posesión de un objeto produce una alegría tan pasajera que muchas veces ese objeto termina olvidado en un rincón.

Pero cuando se trata de rememorar eventos felices, estos se constituyen en una fuente prácticamente inagotable de momentos dichosos.

Nosotras valoramos mucho más las experiencias que las cosas.

Además de que las experiencias pasan a formar parte de ti, van haciéndote quien eres. Los objetos no, por mucho que queramos creer que somos el carro o las joyas que poseemos.

 

9.- Aumenta nuestro ingenio

 

El ingenio y la creatividad son grandemente beneficiados cuando viajamos. Debes solucionar con lo poco que tienes y las pocas habilidades con las que aparentemente cuentas. Y decimos aparentemente entre comillas. Todos tenemos una cantidad de dones y habilidades que desconocemos y que sólo se revelan cuando necesitamos de ellos.

Esa manera de resolver creativamente tiene un efecto contundente en la manera en que somos flexibles y permeables a las nuevas ideas. Una de las cosas más tristes son esos individuos que se abrazaron a una idea (frecuentemente errónea) años atrás y no la han soltado, siendo incapaces de reconocer otros puntos de vista o simplemente los cambios constantes del mundo.

 

Conclusiones

 

Los beneficios determinantes para nuestro sistema nervioso y sus facultades (memoria, inteligencia, empatía, flexibilidad) son innegables cuando viajamos y nos exponemos a culturas y realidades diferentes.

¡Y cuanto más diferentes mejor!

Súmale la contemplación de paisajes remotos, hermosos y exóticos que generan una descarga de endorfinas y tienes un coctel de vitaminas para el cerebro y el alma.

Es en esos ambientes de constante cambio como se ha gestado la evolución, haciéndonos individuos más aptos. Los más aptos y adaptables prosperan, los menos adaptables se extinguen.

Esos cambios son impresos en el sistema nervioso.

Viajar es como un proceso evolutivo acelerado. Nos hace individuos más aptos, mejores para comprender, aceptar y hasta aprovechar los cambios y diferencias que se dan en nuestro mundo.