El show fuimos nosotras
En Egipto quisimos ir a un lugar para cenar y para ver un performance de danza árabe. Fuimos en una época pre Google Maps, así que caminamos y caminamos por la calle buscando un sitio así.
Finalmente llegamos a un lugar que tenian en la entrada un cartel en árabe con unas bailarinas árabes danzando. Supusimos que era un sitio donde se presentaban “bailarinas árabes”. Era de dos pisos, una terraza con mesas abajo y un nivel superior con mesas también.
Decidimos ir arriba y nos sentamos en una mesa. Eramos 7 personas aproximadamente, esperando a que nos atendieran y con ambiente musical de música árabe, Yo (Yuliana) decidí levantarme a bailar, mi hermana Yanelia también lo hizo, aunque ella niegue hoy día tal cosa.
Una de las chicas que iba en el grupo con nosotras se dio cuenta de que había dos mujeres vestidas con falda, muy maquilladas y, sobre todo, con el cabello descubierto. En Egipto todas las mujeres andan con el cabello cubierto. Nosotras, a pesar de ser de ascendencia árabe nacimos y nos criamos en Venezuela, así que ver unas mujeres vestidas con falda, blusa, maquilladas y con el cabello descubierto no disparó nuestras alarmas.
Al cabo de un rato nos dimos cuenta de que estábamos en un lugar de citas. Menos mal que no había hombres, porque pensarían que nosotras éramos parte de la oferta.
Ni con pantalones nos escucharon
Decidimos irnos, pero teníamos hambre. Así que descendimos al piso inferior, donde había mesas y parecía un restaurant. Cuando indagamos por precios, el mesero nos dijo fifteen (15 dólares) por persona. Como fifteen suele confundirse con fifty (50), le hice señas con las manos al mesero y señalé quince, para estar segura. Él asintió, eran quince.
Luego de la comida y a la hora de pagar, nos dijeron que eran 50 por persona. Protestamos, incluso una chica del grupo lloró. No teníamos ese dinero. Pero el dueño del local se mostró inflexible.
Finalmente, el único hombre de nuestro grupo que había permanecido callado todo el tiempo se levantó y habló con el propietario, explicándole la situación. El dueño estuvo de acuerdo con cobrar 15 por persona.
Ahí descubrimos que la palabra que se toma en cuenta en los países árabes es la del hombre. Es el que tienen el poder de negociar.
¿Quién va a Turquía con Yanelia?
Salimos a Egipto desde Madrid. El plan era comprar los pasajes a Egipto y a Turquía en Madrid. Volar a Egipto, regresar a Madrid y volar a Turquía.
Todo muy bien, salvo que cuando salimos a Egipto, las maletas (donde también estaban los pasajes a Turquía) nunca salieron de España.
No sólo estuvimos en Egipto sin nuestro equipaje. Era la angustia de no recuperarlas y perder los pasajes a Turquía.
De regreso a España, pudimos recuperarlas y vimos que nuestros pasajes seguían ahí…
Pero faltando dos horas para salir a Turquía, nos dimos cuenta de que en vez de un pasaje a nombre de Yuliana, había uno con otro nombre.
¿Quién va a Turquía con Yanelia?
Fuimos a la agencia de viajes en el aeropuerto a cambiar el pasaje, que por suerte estaba abierta. Pero nos dijeron que el reembolso sería luego de unos días.
No tuvimos más remedio que comprar otro pasaje para Yuliana a Turquía. Un gasto no previsto…
Quizá si Yuliana hubiera hecho una performance de danza árabe en le agencia como había hecho en aquel antro de El Cairo, nos hubieran reembolsado en seguida.
La Muralla no es aquí
En China, si vas a visitar la Gran Muralla, puedes acceder a ella por una gran cantidad de caminos. Después de todo, la gran Muralla se extiende por miles de kilómetros.
Es así que es fácil perderse o ser timados.
Cuando fuimos a visitarla, tomamos un autobús desde Beijing. Sabíamos que debíamos llegar a la parada de Mutianyu. Y tomamos la precaución de tomar una foto de los caracteres chinos con el nombre de esa parada.
Además, habíamos sido advertidas de que en paradas anteriores a la de destino, se asomaba algunos hombres por la puerta delantera y trasera del bus y decían el nombre de la parada en chino, como dando a entender que se había llegado a destino. Eso con la esperanza de que los incautos se bajaran y luego se vieran en la necesidad de tomar otro autobús o taxi y pagar de más para llegar a la Muralla.
Efectivamente, ocurrió que llegando a la penúltima parada de la ruta, dos hombres subieron al autobús diciendo algo en chino, pero dando a entender que era el destino. Como nosotras teníamos la imagen de los caracteres con el nombre de la parada de destino real, la comparamos a aquello y no se parecía.
A todas éstas, el chofer del autobús no hablaba nada de inglés u otra lengua occidental y se limitó a callar.
Decidimos esperar porque sabíamos que esa no era nuestra parda, sin embargo, advertimos una pareja de australianos que ya estaban descendiendo. Los detuvimos y les explicamos la situación. Ellos nos hicieron caso y se quedaron y luego todos llegamos sin contratiempos a la Muralla.
No a los cuchillos
En China no verás cuchillos en las mesas de los restaurantes. Incluso, en una ocasión entramos a un café a pedir prestado un cuchillo para pelar una fruta (la variedad de oferta de frutas deliciosas y exóticas en China es impresionante) y los trabajadores del lugar nos vieron con extrañeza… hasta diríamos que con miedo.
Al parecer, ellos sólo ven los cuchillos útiles para la cocina y para cometer homicidio. Con sus palitos tradicionales no necesitas armas blancas para degustar la gastronomía china.
Diferencias con Rapunzel
En la Región Autónoma de Guangxi Zhuang, la ciudad de Huanghuo es hogar de la etnia Yao. Las mujeres de esa etnia, por cuestiones culturales ostentan los cabellos más largos de China.
Van con el cabello recogido en elaborados peinados pero cuando lo sueltan hablamos de varios metros de longitud.
Es obvio que una quiere una fotografía con una de estas mujeres. Escogimos una que parecía amable y accesible y por señas le pedimos tomarnos una foto con ella.
Ella accedió y una amiga que iba con nosotras tomó la foto. Le agradecimos y nos disponíamos a irnos cuando la Rapunzel china nos hizo claras señas de que exigía un pago por su servicio.
Mi hermana y yo nos hicimos a un lado y nuestra amiga fotógrafa comenzó a discutirle y le dijo que no le pagaría.
Pues la mujer se ha puesto a perseguir a nuestra amiga por el pueblo exigiendo sus honorarios.
Entonces agradecimos que los chinos no suelan tener acceso a los cuchillos.
Al Hotel de los Inválidos con entradas inválidas
El complejo arquitectónico de Los Inválidos de París es mundialmente conocido no sólo por su magnífica arquitectura, sino por albergar los restos del emperador Napoleón Bonaparte.
Fuimos emocionadas y compramos nuestra entrada, unos 12 euros.
Es un enorme complejo de edificios, el cual no nos dio tiempo de recorrer en una sola visita. Al final de la jornada, no pudimos conocer todo el conjunto y decidimos volver al día siguiente.
A la mañana siguiente, mostramos nuestros tickets comprados del día anterior y entramos. Pudimos entonces recorrer lo que nos faltó por visitar.
Luego de salir, pudimos percatarnos de que debimos haber comprado otro ticket ese día para entrar. Nuestro ticket del día anterior era “inválido”. Sin embargo, el portero no nos dijo nada y nosotras, pues, entramos a Los Inválidos con nuestra entrada inválida.
Conclusiones
Los viajes son maravillosos tanto en sus preparativos, como el viaje en sí como en las memorias que nos dejan.
Esas memorias son muchas veces no tanto esos magníficos monumentos o lugares, sino pequeñas cosas que nos suceden y que son risibles, curiosas, atemorizantes o simplemente, se quedan en nuestra memoria sin saber por qué.
¿Tienes alguna anécdota que rememores de tus viajes?
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